Ni siquiera le gusta fumar.
Lo sé porque nunca fuma en casa y porque la he encontrado un par de veces lavándose de forma obsesiva las manos y el pelo, intentando deshacerse del olor.
Mírala, con el cigarrillo entre sus dedos finos, el humo enredándose con su cabello.
Lo lleva igual que otras llevan perlas o diamantes, exhibiéndolo, de forma arrogante.
Se cree la reina de la habitación cuando fuma, una estrella de cine, incluso.
Y los hombres de la habitación parecen sentirse atraídos por la cáscara vacía que es realmente.
Veo esos ojos siguiendo el cigarrillo y quedándose posados en los labios rojos de ella, con esa sonrisa suya tan llena de humo…
Ni siquiera le gusta fumar.
Reina de humo, Isabel Ochoa Blasco

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