La empresa químico-farmacéutica alemana Bayer, compró en junio del 2018 la multinacional estadounidense Monsanto, por 66.000 millones de dólares.

Monsanto se dedica a la producción de agrotóxicos, especialmente herbicidas, y a la modificación genética de semillas. 

Con esta compra, Bayer se transformó en la mayor compañía agroalimentaria del mundo.

Pero las cosas no fueron tan bien como se esperaba.

Monsanto es conocido especialmente por uno de sus herbicidas, el glifosato. Es un herbicida de amplio espectro, desarrollado para eliminación de hierbas y de arbustos.

Lo descubrieron y empezaron a comercializarlo en los años 70 bajo la marca comercial Roundup, cuyo uso se difundió rápidamente a lo largo de las siguientes décadas por su facilidad de matar toda hierba donde se echase.

Desde que su patente caducó en el año 2000, numerosas compañías comenzaron a producir glifosato con diferentes nombres comerciales, pero el Roundup de Monsanto seguía siendo el herbicida más vendido en el mundo.

Sin embargo, poco a poco empezaron a llegar voces y datos sobre las consecuencias que empezaban a observarse en la salud y en los ecosistemas en la zonas donde se aplicaba este producto.

National Coalition for Alternatives to Pesticides (CNAP) -Coalición Nacional por una Alternativa a los Pesticidas (actualmente Beyond Pesticides)-,  realizó diversos artículos científicos donde se describen una serie de problemas medioambientales y sobre la salud humana relacionados con el uso de este herbicida, con los que comenzaron a situar al glifosato en la Categoría Tóxica III (cautela) además de otras pruebas que sugirieron que el glifosato puede causar reacciones tóxicas en los mamíferos (que incluyen convulsiones e incluso paradas respiratorias).

Protesta contra el glifosato de la empresa Monsanto.
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Además el producto Roundup consta de un 99,04% de otros componentes, diferentes del principio activo del glifosato, llamados “inertes”, de los cuales muchos han sido catalogados como gravemente tóxicos (veneno) para las personas.

Posteriores estudios demostraron que aquellos productos que contienen glifosato causan daños genéticos y tiene efectos en la reproducción de una gran variedad de organismos, mata a insectos beneficiosos para los cultivos como las abejas, afecta a las lombrices de tierra y hongos beneficiosos, inhibe la fijación de nitrógeno, incrementa la vulnerabilidad de los cultivos a las enfermedades y se queda activo en el suelo intoxicándolo.

Sin embargo, ellos seguían comercializando su producto como “biodegradable” e “inocuo para el medio ambiente”.

Ya en 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS) concluyó que la sustancia es “probablemente cancerígena para los humanos“. 

Y poco a poco, las demandas contra Monsanto (ahora Bayer) iban aumentando, en gran número, por personas que estaban contrayendo cáncer u otras enfermedades y lo relacionaban directamente al uso del glifosato.

Fue en 2018, cuando se resolvió el primer caso judicial a favor del demandante, por un monto final de 78 millones de dólares. 

Dewayne Johnson aplicaba los herbicidas Roundup y Ranger Pro, de la compañía Monsanto, 30 veces al año, en un trabajo como jardinero que tuvo en 2012 en escuelas de San Francisco (EEUU).

En 2014, a sus 42 años, los médicos le diagnosticaron un cáncer denominado linfoma no Hodgkin. En 2015, Johnson y sus abogados comenzaron la demanda contra  Monsanto, y en 2018 se realizó el juicio de manera anticipada, porque los médicos le dieron a Johnson una esperanza de vida máxima hasta el 2020.

Fue la primera vez que el veredicto de un juez, en este caso de la juez Suzanne Ramos Bolanos, afirmó que el glifosato sí representó un peligro sustancial y que había pruebas claras y convincentes de que Monsanto había actuado con malicia y de manera represiva y omitió advertir a Johnson y otros consumidores sobre los riesgos de cáncer que tenían sus herbicidas.

Brent Wisner, uno de los abogados de Johnson, dijo en un comunicado que los jurados por primera vez habían visto documentos internos de la compañía “que demostraban que Monsanto sabía desde hacía décadas que el glifosato, y específicamente Roundup, podrían causar cáncer”.

Además afirmó que el caso de su cliente es el primero de más de 5.000 que podrían ir a juicio.

Y así fue. En 2019, un jurado de California (EEUU), condenó a Monsanto, propiedad de la compañía Bayer, a indemnizar, con 2.000 millones de dólares, a la pareja Alva y Alberta Pilliod, por contraer ambos el mismo cáncer de linfoma no Hodgkin que atribuyeron al uso del glifosato de Monsanto, el Roundup.

Alva y Alberta Pilliod en declaraciones sobre su juicio contra Monsanto-Bayer.

Y las demandas para Bayer se han seguido sumando hasta tener pendiente un juicio con 125.000 estadounidenses que reclamaban una indemnización, después de que en esos juicios anteriores, se probase que el herbicida glifosato, comercializado bajo la marca RoundUp, es un producto cancerígeno.

De esta manera la empresa ha llegado a un acuerdo con los demandantes, por el que pagará una indemnización conjunta de más de 10.900 millones de dólares para poner fin al proceso.

Como parte del acuerdo, la empresa declaró que pagaría entre 8.800 y 9.600 millones de dólares a los demandantes y pondría en reserva otros 1.250 millones de dólares para cubrir cualquier demanda futura, puesto que todavía quedan aproximadamente 30.000 casos sin resolver.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el glifosato se encuentra dentro de los herbicidas y pesticidas altamente peligrosos para las personas, animales y ecosistemas (HHP, por sus siglas en inglés), por presentar niveles particularmente altos de peligros agudos o crónicos para la salud humana o el medio ambiente, según los sistemas de clasificación internacionalmente aceptados”.

A pesar de estas evidencias, todavía existen muchos países que no lo han prohibido. 

  • En EE.UU., más de 750 productos lo contienen.
  • Argentina lideraba en 2018 “el ranking mundial por la cantidad de glifosato que usa en el campo.
  • Brasil, el mayor exportador de soja del mundo, cuyos campos son regados con glifosato, no prevé que se prohíba a nivel nacional.
  • En 2017, la Unión Europea extendió la licencia para el uso de glifosato durante cinco años.

Otros países ya han tomado medidas. Su veto o las restricciones parciales se encuentran vigentes en los países de: 

  • África: Malawi.
  • Asia: Vietnam, Sri Lanka, Omán, Arabia Saudita,  Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Qatar.
  • Centro América: Bermudas, San Vicente y las Granadinas y Costa Rica (lo prohibió para sus 11 reservas naturales protegidas).
  • Europa: Austria, Italia, República Checa, Dinamarca y Holanda.
  • Norteamérica: México (se prohibió la importación del producto) y Canadá (en ocho de sus diez regiones).

Varias ciudades también han decidido prohibir este herbicida. Urbes como Key West, Los Ángeles y Miami, en Estados Unidos; 12 ciudades argentinas; Aberdeen y Edimburgo, en Escocia; Barcelona, Madrid, Sevilla, Talavera de la Reina, Zamora, Tarragona, Valdemoro,  Zaragoza y localidades como Laguna del Duero y Planoles, en España, y Auckland y Christchurch, en Nueva Zelanda.

Entre tanto, varios países y poblaciones de muchos países como Australia, Inglaterra, Luxemburgo, Alemania, Malta, Eslovenia o Suiza han emitido declaraciones de intención para prohibir o restringir los herbicidas con base en glifosato.   

Algunas de las marcas que venden productos que contienen herbicida glifosato son: Bayer (con su filial Monsanto), Dow AgroSciences, DuPont™, Cenex / Land O’Lakes, Helena, Loveland, Riverside/Terra y Syngenta.

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