La situación vigente en el país frente a una crisis como la actual permite analizar elementos que desvelan un poco, las grandes problemáticas de un estado débil y en permanente reconstrucción. Habría varios elementos que quisiera comenzar por enumerar en una pequeña introducción como: 1. la incapacidad del gobierno colombiano para asumir una crisis sanitaria, 2. la negligencia por parte de los sectores más fuertes, 3. el esfuerzo por imponer un control efectivo pero sin una política de bienestar que permita a las personas confinarse de un modo útil, 4. nuestro sistema de salud frente a una pandemia, 5. los inconvenientes por una corrupción que está en nuestra médula ósea mental y, finalmente, 6. una pequeña comparación con lo que llegan de noticias a nivel latinoamericano.

En Colombia sí se intentó hacer un despliegue en salud, pero la capacidad y la demanda actual mientras el COVID-19 va creciendo, más la demanda normal de servicios de salud del país, es superior a la capacidad que nuestro país posee; teniendo en cuenta que es una capacidad excepcional que busca dar respuesta a un sistema que desde hace unos años se transformó y no está planteado para brindar salud a todo el país.

Con respecto a nuestro sistema de salud es necesario hacer referencia a la ley 100 y a cómo el sistema de salud cambió su modus operandi y entró a ser regido por el mercado. La salud se convirtió en un negocio en el cuál la competencia por tener más y mejores recursos ha reproducido un sistema de salud, al cual, sólo pueden acceder quienes tengan la capacidad de pagar por un buen sistema.

Pero en la situación actual los médicos muchas veces no tienen salarios, ni suministros, ni mínimos básicos para trabajar, y como medida de choque el gobierno decidió girar el doble de recursos al presupuesto de salud. El estado colombiano de buena fe desembolsó el dinero por los canales tradicionales (consignando los recursos a las empresas prestadoras de salud EPS (por su sigla en español), y estas empresas atraparon los recursos y los invirtieron en lo que ellos consideraban que era lo más útil para sus propios intereses. Así, muchos de los recursos nunca llegaron directamente a las problemáticas relacionadas con el coronavirus.

No sólo sucedió un problema con el sistema de salud, el gobierno en las últimas semanas ha implementado una política que busca brindarle mercados y suministros a las personas más vulnerables de la sociedad. Pero las ayudas que manda el gobierno son captadas por organizaciones que triplican los precios reales de los productos, (una pequeña lata de atún llegó a costar 7 dólares o sea 20.000 pesos colombianos, aunque ahora el peso colombiano está tan devaluado que serían sólo 5 dólares, que es igual de absurdo). Entonces, las ayudas se reducen y muchas de las inversiones que ha realizado el gobierno, nunca llegan a los verdaderos damnificados de la tragedia, sino que son captados por la corrupción y los dineros invertidos jamás llegan a la población vulnerable. 

Queda al descubierto la realidad del país, la gente en estos momentos se ha dado cuenta de que hay mucha población en situación de pobreza, que no hay suficientes hospitales y que no hay condiciones para brindarle bienestar a sus ciudadanos; el Estado y la capacidad estatal es insuficiente e inferior a las demandas de los colombianos.

Como aspectos positivos podríamos encontrar la rápida actuación de algunos líderes locales o regionales, (alcaldes o gobernadores), que respondieron rápidamente a la situación imponiendo medidas de control y sanciones a la población que saliera de sus casas; pero quizás olvidaron que muchas personas en condiciones de pobreza, viven su vida día a día y si no salen a trabajar, podrían morir de hambre.

Sin embargo, intentando realizar una rápida comparación de nuestro continente, podríamos decir que la reacción del gobierno fue mucho más eficaz que en otros países de la región: por ejemplo, Brasil, fue el primer país donde la enfermedad ingresó al continente; el presidente Bolsonaro no quiso reconocer la problemática y esto acarreó un mayor índice de contagio. Chile no reaccionó a tiempo y su sistema de salud ya está colapsado. En Ecuador la situación es particularmente grave, en algunos casos no hay dónde enterrar a sus muertos y he visto algunos vídeos de grandes pilas de muertos envueltos en plástico y en algunas ocasiones, los muertos han sido incinerados en plena calle, porque el gobierno no recoge los cuerpos y el olor en las casas es insoportable… Ni hablar de nuestro vecino norteamericano: Estados Unidos tampoco ha sabido afrontar esta crisis y podemos ver el rápido y desmedido contagio de la enfermedad y los récords de muertos que día a día son superados…

Finalmente, enmarcarlo en la situación latinoamericana: no estamos tan mal… Pero no porque estemos mejor preparados, sino porque reaccionamos más rápido por nuestra misma falta de capacidad estatal… Esto quiere decir que hemos actuado rápidamente porque sabemos que las consecuencias en un país como éste podrían ser funestas.

Juan Camilo Restrepo, sociólogo y urbanista colombiano con enfoque en estudios sociales urbanos. Actualmente es profesor de filosofía e historia en un colegio de educación pública de Bogotá.