El 22 de mayo es el Día Internacional de la Diversidad Biológica, como acordó la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2000, para coincidir con el aniversario de la aprobación del Convenio sobre la Diversidad Biológica, firmado en 1992.
La diversidad biológica o biodiversidad, es la variabilidad de organismos (plantas, animales, hongos, microorganismos..) que viven en un espacio determinado. Esto incluye la diversidad dentro de cada especie, entre especies y dentro de los ecosistemas.
Los recursos biológicos son los pilares que sustentan las civilizaciones. Pero la pérdida de esta diversidad amenaza todo el equilibrio del planeta, incluida nuestra salud.
En los últimos años se ha reiterado que esta pérdida de biodiversidad puede conllevar a “la sexta extinción masiva” y es que las cifras así lo indican.
La Lista Roja de Especies Amenazadas en el mundo de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) muestra que de las 116.177 especies evaluadas en el año 2020, 31.030 especies están en peligro de extinción. ¡Eso es el 27% de todas las especies evaluadas!, incluyendo 41% de anfibios, 34% de coníferas, 33% de corales constructores de arrecifes, 25% de mamíferos y 14% de aves, lo que nos indica el estado crítico de la salud de la biodiversidad del mundo.
De estas 31.030 especies amenazadas, 6.523 se encuentran en estado de amenaza crítica, 11.067 amenazadas y 13.440 vulnerables.

Y esto teniendo en cuenta que, según el estudio realizado por la UICN en el 2008, sólo se han descrito 1.8 millones de especies de un estimado de 5 a 30 millones existentes.

Lo peor es que estas pérdidas de biodiversidad y los cambios de ecosistemas se han acelerado. Según el Global Environment Outlook 4, la extinción de especies está ocurriendo 100 veces más rápido que la tasa natural, y es de esperarse que se acelere entre 1.000 y 10.000 veces más rápido que la tasa natural en las próximas décadas. La IUCN señala que la tasa actual de extinción podría ser ya 10.000 veces más alta que la tasa natural.
Según la última actualización de las especies posiblemente extintas, realizada en marzo de ese presente año 2020 por la Lista Roja de la UICN, 942 de las especies estudiadas se han, posiblemente, extinguido desde 1820. De los cuales 29 son mamíferos, 22 aves, 41 reptiles, 143 anfibios, 265 invertebrados, 340 plantas y 5 hongos.
En la versión de 2004 figuraban 784 especies y la edición de 1997 se contabilizaron 380 especies. Lo que supone un aumento del 248% de especies extintas desde 1997.
Sin embargo, la ONU alertó de que 150 especies (incluyendo las no estudiadas) se extinguen al día por culpa del hombre.
En Europa la población de anfibios se ha reducido en un 60% en la última década. En América se espera que el 40% de la biodiversidad se extinga en 2050, en Asia el 45% y en África el 50% de mamíferos y aves para el 2100.
En 1990, ya se había perdido aproximadamente el 70% de los bosques, tierras boscosas y maleza del Mediterráneo, el 50% de las praderas, sabanas y tierras de matorrales en zonas tropicales y subtropicales y el 30% de los ecosistemas de los desiertos. Aproximadamente un 60% de los principales ríos mundiales han sido fragmentados por represas y desvíos. En el año 2000 los ecosistemas marinos y costeros también se han visto fuertemente afectados por las actividades humanas, con una degradación que ha conducido a una reducción considerable de la cobertura de los bosques de algas, hierbas marinas, manglares y corales. En el Caribe, por ejemplo, la proporción de coral duro ha pasado en las últimas tres décadas de un 50% a un 10%. Además, los glaciares se encuentran en un estado crítico y han perdido 9,6 billones de toneladas de hielo en 50 años. Los polos pierden seis veces más hielo que hace 30 años y el Ártico se caliente a un ritmo dos veces superior al resto del planeta.
En el último reporte global del Convenio de Diversidad Biológica (Secretaría CDB, 2014) se concluye que una de las mayores causas de la pérdida de biodiversidad está dada por la destrucción del hábitat vinculada a la agricultura, que abarcan 70% de la pérdida estimada de la biodiversidad terrestre.
Esto abarca el aumento de la deforestación, que mata a millones de seres vivos, además de traer consigo numerosas enfermedades de las que no son capaces de hacer frente las especies supervivientes. Los científicos han señalado que la deforestación en zonas tropicales ha estado entre los principales factores de transmisión de enfermedades y obliga a la comunidad internacional a poner fin a la expansión agrícola para la producción de materias primas (carne, soja, maíz, aceite de palma…) en países como Brasil o Indonesia. En estos países, millones de hectáreas son destinadas al monocultivo de estos alimentos, llenos de agrotóxicos, provocando la destrucción absoluta de estos inmensos ecosistemas.
Como señaló Greenpeace, según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), en los primeros cuatro meses de 2020, las alertas de deforestación en tierras indígenas en la Amazonía brasileña aumentaron un 64%, en comparación con el mismo período del año pasado. Esto significa que 1.360 hectáreas de bosque, equivalentes a 1.865 campos de fútbol, fueron deforestadas dentro de los territorios indígenas de enero a abril de este año.
Además de la agricultura, hay otras actividades antrópicas que generan también la destrucción de hábitat y, en consecuencia, esta pérdida acelerada de biodiversidad, como la construcción de carreteras sin corredores ecológicos que permitan dar continuidad al hábitat de las especies que allí se encuentran, la expansión urbana, creación de represas, centrales nucleares o térmicas cercanas a los ríos, industrias químicas, textiles o del papel.
La contaminación es otra causa de degradación de hábitats y pérdida de biodiversidad, cuyos agentes contaminantes pueden provocar daños o la muerte de los seres vivos.
Ligado a esta contaminación se encuentra el calentamiento global que, además de provocar pérdida de hábitats, provoca unas condiciones no aptas para la vida para muchas especies sensibles a las temperaturas como corales, peces, insectos, manglares o especies que habitan en los polos.
Y también hablamos de contaminación ante la presencia, cada vez mayor de los agrotóxicos a los que estamos continuamente expuestos en la comida, productos del hogar, jardines, aseo personal, etc. y que se asocia a la aparición de numerosas enfermedades como alergias, problemas reproductivos, del sistema nervioso, cerebrales o cáncer y que también producen la muerte de numerosos animales como es el caso de las abejas.
La sobreexplotación de recursos, como la pesca y la caza, es otro problema de gran magnitud. Esto incluye toda la excesiva pesca y sacrificio de animales de granja que existe actualmente en el mundo, la pesca accidental o bycatch, y toda la terrible pesca y la caza furtiva para el comercio, que acaba anualmente con la vida de millones de tiburones, rinocerontes, tortugas, aves, elefantes, leopardos, leones, serpientes y un sin fin más de especies.
Las invasiones por especies exóticas ha cogido gran importancia en los últimos años. Ante la actual globalización numerosas especies son transportadas a hábitats donde anteriormente no se encontraban, provocando el desplazamiento de especies autóctonas de ese lugar y desequilibrando el ecosistema.
Ante toda esta problemática, 2020 es un año de reflexión y testigo del periodo final del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 y las Metas de Aichi, propuestas por la Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica en el año 2010 para salvar la diversidad biológica y mejorar sus beneficios para las personas. El Plan Estratégico se compone de una visión compartida, una misión, objetivos estratégicos y 20 metas ambiciosas pero alcanzables, conocidas como las Metas de Aichi. Sirve como un marco flexible para el establecimiento de objetivos nacionales y regionales y promueve la aplicación coherente y eficaz de los objetivos del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
La idea es ofrecer una visión del mundo en la que la diversidad biológica se valora, conserva, restaura y utiliza de forma racional, manteniendo los servicios de los ecosistemas, sosteniendo un planeta sano y brindando beneficios esenciales para todos.
Este año 2020, el Día Internacional de la Diversidad Biológica tiene como lema: “Nuestras soluciones están en la naturaleza”.
Acerquémonos más a ella y entendamos lo que el planeta y nosotros mismos necesitamos para vivir sanos, felices, en armonía con el planeta y garantizando un futuro saludable, sostenible y donde la biodiversidad no se vea amenazada.
Nosotros somos el cambio. Podemos contribuir con la compra consciente de alimentos no provenientes de cultivos que han provocado la deforestación de grandes masas forestales como el Amazonas, con la compra de alimentos ecológicos libres de agrotóxicos como pesticidas o herbicidas, reduciendo el uso de productos químicos, reduciendo el consumo de energía, reduciendo el consumo de combustibles fósiles utilizando energías renovables, no comprando animales y no contribuyendo a la llegada de especies exóticas, colaborando con organizaciones ambientales en las actividades que realizan, reduciendo el consumo de alimentos de origen animal, adquiriendo una perspectiva de reducción en el estilo de vida, reutilizando y reciclando y, sobretodo, informándose y creando conciencia sobre la importancia de la biodiversidad y compartiendo ese conocimiento, para que esta década, toda la población esté comprometida con el cambio y forme parte de él.

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