El documental «Seaspiracy: La pesca insostenible» que llegó a Netflix hace un mes, te dejará anonadado. Esta producción de la plataforma streaming aborda la problemática de la pesca industrial y los horrores que se esconden detrás de la «pesca sostenible» y la acción del hombre en nuestros mares.

Durante una hora y media, el documental dirigido por Ali Tabrizi, y producido por Kip Andersen, coproductor de «Cowspiracy» (2014), ahonda en los efectos que ocasiona el hombre en los océanos y en la vida marina. La idea inicial del cineasta era rendir un homenaje a los océanos, pero terminó destapando la falsedad sobre la pesca «sostenible» y las atrocidades que se producen en alta mar.

«La romántica visión del oceáno que siempre tuve cambió por completo», comenzó narrando el director. Desde la ciudad japonesa de Taiji hasta el país africano de Liberia, Tabrizi entrevista a activistas y ONGs, entre otras, y desvela la corrupción que hay detrás de la pesca.

Japón reanuda la caza de ballenas

Japón es uno de los mayores consumidores de pescado y durante tres décadas reconoció la prohibición de la caza de ballenas para fines comerciales impuesta por la Comisión Ballenera Internacional (IWC, por sus siglas en inglés), pero se valió del artículo VIII de dicho reglamento para seguir cazando ballenas con fines científicos, lo cual ha sido ampliamente criticado por diferentes organizaciones debido la sobrepesca de ballenas que el país asiático continuó realizando con esta excusa. En julio de 2019, los japoneses decidieron salirse de la Comisión Internacional Ballenera (máximo Organismo Internacional de Protección para las Ballenas), para poder reanudar la caza comercial de ballenas. En la zona pesquera de Taiji, agolpan a más de 700 ballenas y delfines cada año, actividad que oculta el gobierno nipón.

Los parques marinos pueden pagar hasta 100.000 dólares por un delfín amaestrado y durante 2000 y 2015, por cada delfín que cazan para obligarlo a vivir esclavo en un parque marino, mataban al menos a otros 12 con la excusa de que son competencia para la industria pesquera puesto que los delfines comen pescado. Cuantos menos delfines haya, más peces habrá para pescar.

Otro descubrimiento que hicieron Ali y su pareja, Lucy, fue la pesca del atún rojo. Imágenes de cientos de atunes rojos, una especie en extinción, de la que hoy en día queda sólo un 3 % de la especie.

Cada hora matan entre 11.000 y 30.000 tiburones

La ciudad china de las aletas de tiburón es Hong Kong. Ahí pescan a los tiburones para arrancarles sus aletas (muy codiciadas por la sopa de aleta de tiburón) y les devuelven a las aguas a una muerte asegurada ya que no pueden moverse para comer.

Los tiburones son muy indispensables para mantener la salud y la vida en los océanos. Toda la sostenibilidad de la cadena trófica depende de ellos. Sin embargo, han desaparecido ya entre el 80-99 % de las especies en unas décadas. Cada año los tiburones matan a unas diez persones, pero nosotros matamos entre 11.000 y 30.000 tiburones por hora y la mitad se producen sólo con la «pesca incidental» de pesqueros comerciales.

Pero no ocurre sólo con los tiburones, la pesca comercial es la mayor amenaza para las ballenas y las tortugas marinas, así como otras muchísimas especies marinas. En la costa atlántica francesa se matan 10.000 delfines al año por pesca incidental. 

Los océanos estarán prácticamente vacíos para 2050

Muchas especies están en peligro de extinción como las tortugas marinas. Seis de cada siete de estas especies están amenazadas o en extinción por culpa de la pesca. En Estados Unidos, 250.000 tortugas son torturadas o asesinadas. Y no sólo eso, el plástico en las aguas mata a cerca de 1.000 tortugas al año.

Los arrecifes que proporcionan un ecosistema esencial para la biodiversidad de los océanos y cuya superviencia depende de los peces, han perdido el 50 % de su coral. Y lo que es aún peor, los científicos auguran que el 90 % de los arrecifes desaparecerá para 2050.

Una de las prácticas más letales para nuestras aguas es la pesca de arrastre, que destruye todo a su paso. Cada año, 3.9 mil millones de hectáreas son destruidas por esta práctica (equivalente a perder 4.316 campos de fútbol por minuto). En el mundo tan sólo hay un 5 % de zonas marinas protegidas, pero en más del 90 % de estas áreas se permite la pesca por lo que en realidad menos del 1 % del mar está regulado.

No te fíes de las etiquetas de pesca sostenible

Se ha puesto muy de moda las etiquetas de «pesca sostenible», pero es una farsa. La directora de pesca en Europa de Oceana, María José Cornax, en su entrevista dijo: «No hay una definición como tal de pescado sostenible… El consumidor no puede valorar qué pescado es sostenible y cuál no». Varios activistas entrevistados en el documental negaron la existencia del pescado sostenible, que lo tildaron como «puro marketing»

La etiqueta de pescado sostenible del Marine Stewardship Council (MSC), «certifica» que los productos son «sostenibles». Pero la realidad no es así, no pueden comprobar la sostenibilidad de sus productos y es más, pese a que la ONG no quiso ofrecerles una entrevista, Ali descubrió que el 80 % de los beneficios de MSC provenían de la concesión de sus licencias en pescados y mariscos.

Los mismo ocurre con la etiqueta «dolphin safe» que asegura que no se matan a delfines en las pesca de los productos, otra mentira. Mark J. Palmer, del Earth Island Institute, en su intervención aseguró que «nadie puede garantizar que no se mate a ningún delfín«; simplemente se fían de la palabra del capitán.

Para controlar la «sostenibilidad» en la pesca existen los observadores. Pero en los últimos años, más de una veintena de éstos han desaparecido o han sido asesinados.

Sea Shepherd lucha para defender, conservar y proteger nuestros océanos

Sea Shepherd es una organización ecologista internacional sin ánimo de lucro que surca los mares para acabar con la pesca ilegal y defender la vida marina. Ali y Lucy se unen a ellos en las aguas atlánticas de Liberia, en África donde las flotas internacionales van a pescar ilegalmente. Sea Shepherd detuvo a un buque chino que estaba pescando ilegalmente y tildaron a estos buques de «mataderos».

Las piscifactorías, otra mentira

Hoy en día el 50 % del pescado que se consume en el mundo provienen de las piscifactorías consideradas como una forma sostenible de producir pescado, pero la realidad no es así. Por ejemplo, el salmón necesita peces para alimentarse por lo que para producir un kilo de salmón en una piscifactoría se necesita más pescado para producir el pienso que el pescado que va a salir de ahí. Además, el salmón rosado tan bonito que vemos en los supermercado no es rosa, sino gris. Y es que en estas piscifactorías les añaden químicos en su alimentación para lograr el color deseado.

Cada año, mueren millones de salmones en «estas jaulas» por enfermedades. El filme muestra imágenes de cómo los salmones son devorados vivos por una plaga de piojos marino en una piscifactoría escocesa.

La gran contaminante de los océanos es la pesca

Consideramos un logro ecológico prohibir las pajitas de plástico, y si bien es un paso, éstas sólo suponen el 0.03 % de los plásticos en el mar. La gran mayoría de los plásticos en el mar provienen de las redes pesqueras. En la denominada isla de la basura o gran mancha de basura en el Pacífico, el 46 % de los residuos plásticos son redes y herramientas pesqueras. 

Las «gambas de sangre»

El activista ambiental, político y escritor, George Monbiot, afirma que la cría de gambas (conocidas como camarones en Latinoamérica) debería llamarse «gambas de sangre» porque en Tailandia utilizan esclavos para pescar. «En Tailandia hay 151.000 barcos pescando, la mayoría de esos barcos no saldría a cuenta sin esa mano de obra gratis», explica el documental.

Y por eso, Ali y Lucy fueron allí a recoger testimonios. Uno de los entrevistados contó que durante más de 6 años estuvo esclavizado a bordo del barco en el que el capitán lo maltrataba y amenazaba con un arma, y pudo ver cómo guardaban los cadáveres de personas asesinadas en los congeladores del barco. Otro pescador entrevistado comentó que sus compañeros desaparecían y los veía al día siguiente flotando en las aguas. 

¿La solución? No consumir

La solución a estas atrocidades está en reducir o acabar con el consumo de pescado. Pero recordemos que no existe nada como «pesca sostenible» y que ya no son sólo por los microplásticos y el mercurio que hay dentro de los peces que nos comemos, sino porque si no se reduce esto, estaremos condenando a nuestro planeta.

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